Scott Hutchinson: Vivir y morir en el ojo público
He encontrado tanta inspiración al escribir sobre música en este regreso al blog, que inevitablemente se me ha generado una pregunta en la cabeza: ¿por qué dejé de escribir por más de cinco años? Primero habrá que remitir a mi post de regreso, donde explico que por aquí y por allá nunca dejé de escribir, pero claro que con menor frecuencia que los picos más altos en este blog y aun menos sobre temas musicales. Otra razón también resulta evidente, mi programa de radio. De 2013 a 2015 dirigí A la izquierda del dial a través de RDS Radio 88.9 fm en Honduras y pues esa era mi válvula de escape dos horas a la semana (más horas de preparación y elaboración de las playlists). Y finalmente, pues la vida me fue agarrando y dejando poco tiempo sentarme con una taza de café y ponerme a escribir en la computadora.
En esos años que dejé de escribir, grandes artistas nos dejaron. Los casos más prominentes sin duda fueron la muerte de David Bowie y Prince en 2016. A Bowie lo dejaremos por aparte, pues su fallecimiento fue por motivos de edad y de salud y estoy seguro que poco se podía hacer y pues Bowie recibió muy elegante y planificadamente su deceso. A Prince por ahí lo mencioné en un post póstumo cuando a penas venía adentrándome en su discografía. Su misteriosa y repentina muerte viene más al caso, pues es innegable que su estilo de vida y su, llamémoslo "pasión por el espectáculo" lo llevaron a una muerte temprana a los 57 años. El 7 de abril Prince había pospuesto dos conciertos por "una gripe". Tocó ese concierto el 14 de abril y de regreso en su avión privado, debieron aterrizar de emergencia para llevarlo a un hospital. La recomendación médica fue quedarse hospitalizado, pero Prince decidió que el show debía continuar y ya el día siguiente se le vio en bicicleta cerca de Minneapolis. En resumen, Prince decidió seguir como si nada había pasado y ya para el 20 de abril se volvió a sentir mal. Se programaron visitas médicas con un experto, pero antes de que esto se consolidará, encontrarían al cantante muerto en el elevador de su mansión Paisley Park, en la mañana del 21 de abril. Análisis clínicos posteriores revelarían que Prince había recibido una dosis de un fármaco que junto con su condición física lo llevaron a la muerte. Prince no pensaba en morirse; él es lo que en inglés se llamaría un personaje "larger than life". Un último dato curioso de su muerte es que Prince no dejó un testamento ni hijos reconocidos, y que se conoce de por los menos 700 personas que han llegado a querer identificarse como "medio-hermanos o descendientes del cantante".
Es cuestionable cuanto tuvo que ver la muerte de Prince con su vida en el espectáculo. Dice algo que haya decidido reponer el concierto después de la crisis del 7 de abril y que haya salido del hospital en contra del consejo médico. Dudo que a esas alturas Prince lo haya hecho por fama, o por dinero, así que si lo hizo por su amor al arte, la historia termina con un tono casi romántico. Las siguientes muertes de las que voy a hablar, incluyendo la de Scott Hutchinson, quien titula este artículo, toman un lado más oscuro, pues fueron personajes que se quitaron su propia vida. La racha comienza el año pasado con Chris Cornell el 18 de mayo tras una presentación que sonaba a adiós. Dos meses después, el día que Cornell hubiese cumplido 53 años, su amigo Chester Bennington de Linkin Park se quitó la vida, y ya este 2018, el DJ sueco Avicii y el cantante escocés Scott Hutchinson se suman a la lista. Respecto a estos dos últimos, prácticamente desconocía su música (y sinceramente siento poco interés por conocer más sobre Avicii); Cornell lo conocí primero por Audioslave y luego por Soundgarden cuando me convertí en melómano y para ser sinceros, esta es la banda que menos me gusta de las "4 grandes del grunge". Lo más cercano a un ídolo entre estos cuatro personajes, créanlo o no, debió haber sido Bennington, ya que regresando al tercer grado, Linkin Park era mi banda favorita, probablemente la primera que considere bajo ese calificativo. Y si bien lo que más me llamaba la atención de su sonido era las partes rappeadas de Mike Shinoda, me es imposible negar el impacto que tuvieron en mí a tal grado que hoy en día puedo acompañar cantando todo su debut Hybrid Theory.
No escribo como conocedor de la música de Frightened Rabbit, días antes de la desaparición de Scott le di retweet a un artículo de Noisey en el que el músico clasificaba los 5 álbums de su banda de peor a mejor, con la idea de eventualmente leerlo, no tanto por la banda de quien solo conocía el nombre, sino más bien porque me intrigaba la idea del feature y quería saber si alguna de mis bandas favoritas se había sometido a la misma prueba. Tras la muerte de Scott he terminado escuchando casi toda su discografía, y pues Frightened Rabbit es una banda agradable. Tiene ese sentido de pop-rock Británico a lo Keane, early-Coldplay, aunque diría que un poco menos comercial; la mejor símil siendo quiza Elbow. Ya en sus discos más recientes se siente una vibra a lo The National, y no es de extrañarse pues Aaron Dressner produjo su último disco Painting of a Panic Attack de 2016. Incluso sonará un poco cruel hacer la comparación, pero escuchando la música de Frightened Rabbit no puedo evitar recordar el capítulo de Tiny Rick de Rick & Morty:
Que difícil debe ser. Componer música sin duda debe ser terapéutico pero seguramente está lejos de ser la solución idónea a todos los problemas. Estoy seguro que a veces esto debe hasta complicar más las cosas, tener que abrir las partes más personales y vulnerables a todo público, tener gente que se acerca y dice que sabe lo que se siente y probablemente pensar "no, no saben lo que se siente". Me gustaría dar algo más personal en esta entry, pero realmente no puedo. En mis años de adolescencia y mis primeros años de adulto, en más de una ocasión pensé padecer de depresión, nunca lo hablé mucho y mucho menos visité a un especialista. Incluso llegué a pensar que como el alcoholismo, "estar triste no puede ser considerado una enfermedad"... Años después de los momentos más "oscuros", me doy cuenta que lo que pudo llegar a parecer una tormenta en aquel entonces era nada más un día nublado. No puedo pretender saber que se siente estar deprimido porque repasando mi vida, no creo haberlo estado. Tampoco puedo dar una opinión médica, pero ahora estoy seguro que la depresión debe ser algo que te controla, además de ser algo impredecible con altos y bajos, y en uno de esos bajos es que estos personajes tomaron decisiones fatídicas. Dejemos atrás a los fans que perdieron a sus ídolos, ya que a veces olvidamos que detrás de estos famosos existen familias, padres, hermanos, amigos, hijos (Bennington deja 6 de ellos). El caso de Grant Hutchinson en particular me parece devastador, ya que sin duda era un miembro activo de la vida de Scott, tocó junto a él en canciones como Floating in the Forth, donde Scott cuenta sus ideas suicidas y termina con un "I think I'll save suicide for another year" o el último disco, el más oscuro de una banda que toda su carrera tocó estos temas. Scott Hutchinson no pensaba en morirse, si leemos sus entrevistas y los features en los que quienes lo conocieron cuentan sobre él relatan que tenía planes futuros para Frightened Rabbit, que era un luchador y que si bien peleaba contra grandes demonios, al final salía bien librado, al menos hasta ese fatídico día de mayo.
Comentarios